sábado, 14 de noviembre de 2015

Asesinato al romanticismo

Me considero una romántica. Y sí, a veces puedo ser muy cursi y tal pero no creo que haya nada malo en ello. 

Yendo en el metro o cualquier transporte público he observado que ya nada es igual. Somos un cúmulo de personas que comparten un mismo espacio pero que no nos comunicamos entre nosotros, únicamente con los que ya conocíamos. Y aquellos que van solos, o bien van callados observando de lado a lado, encerrados tras la pantalla de un móvil o tablet chateando, o bien sordos ante una sinfonía de canciones. E incluso siguen los más clásicos perdiéndose en las hojas de un libro.

Mis padres, por poner uno de tantos ejemplos, se conocieron en un autobús y no les fue tan mal si a día de hoy siguen juntos y han tenido dos hijas. A lo que vengo a decir es a que ese tipo de historias parece haber muerto últimamente. Hemos transformado el mundo que nos rodea en insensible, aislado y muy sociable tras pantallas y teclados táctiles pero poco sociable cara a cara. Ya que parece que pesen más un par de mensajes por whatsapp que no una visita inesperada o un abrazo, en definitiva parece ser que se han sustituido los besos por emoticonos.

Ha llegado a tal punto que quien sueña con estas historias, que antes eran reales y no de película, es acusado de cursi, iluso, fantasioso y ha provocado que haya a gente que hasta le cueste expresar lo que siente por miedo, ya sea al rechazo, a lo que los demás opinen o al propio sentimiento. 


Alguna historia de amor se salva, no iban a ser todas iguales, pero son tan pocas, que están en peligro de extinción. Igual que el romanticismo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario